30 de octubre de 2013

EL PAIS DE LAS MARAVILLAS (PARTE I)

por Vicente ZC

El país hoy dejo de ser un mendigo sentado en un banco de oro. Exportamos minerales y productos del campo. Extraemos gas y petróleo. Machu Picchu es uno de los principales destinos turísticos. A nuestra gastronomía variada y exquisita se le brinda homenaje todos los días. La selección femenina de vóley después de muchos años volvió a alcanzar instancias finales en un torneo mundial. Las estadísticas nos dicen que somos el país más emprendedor del mundo y el líder en crecimiento de la región. Nuestros cantantes son reconocidos. Tenemos un premio nobel en literatura. Estuvimos en los ojos del mundo a través del Dakar, y lo volveremos a estar para los Juegos Panamericanos 2019. Nuestra Inka Cola tuvo que ser comprada porque no le pudieron competir.

Tenemos muchos motivos más para sentirnos orgullosos y celebrar, muchos viven esta fiesta, mientras otros tienen que salir a trabajar, porque saben que el pan de mañana será más difícil de comprar. El mundo vive en constante transformación, lo que nos hace buenos hoy, sino lo mantenemos y potenciamos, mañana ya no importara.

De nada sirve extraer gas, si con el no producimos energía. De nada sirve cosechar los campos, si somos incapaces de generar un valor agregado. De nada sirve exportar grandes cantidades de cobre barato, si importamos cables eléctricos y accesorios caros. De nada sirve el boom gastronómico, sino nos preocupamos por una alimentación sana. De nada sirve depredar nuestro mar y los bosques, haciendo ricos a unos pocos, si dentro de unos años importaremos mala madera y pescado congelado. Poco a poco parece ser que nos estamos sin el banco de oro, en el que habíamos estado sentados.

Tenemos los recursos, lo siguiente es la especialización e industrialización del país, de lo contrario habremos perdido una gran oportunidad como sucedió con el guano, el caucho y la pesca. El momento es ahora.

Octubre, 2013

EL ARBOL TORCIDO

por Vicente ZC


Luchito tenía 6 años, vivía con su papá y mamá, en una casa pequeña frente al parque.
Era costumbre que todos los fines de mes su papá llegara pasado de copas a casa, gritando y exigiendo su cena.
El pequeño cansado del maltrato hacia su madre, le pregunta a ella si creía que papá dejaría de tomar. Ella lo abraza y le responde:
Mi pequeño, “árbol que crece torcido, nunca endereza”, no cambiara.
Cerca de media noche mamá se despierta porque había sentido ruidos extraños fuera de casa. Sale hasta la puerta, y ve a Luchito en frente. El pequeño sucio con tierra, halaba de un árbol, tratando de enderezarlo.
Mamá le explica que como nadie se preocupó por el árbol este creció así, y aunque ella lo ayudara en ese momento no podrían enderezarlo. El niño entendió, y ambos fueron a dormir.
Pasaron unos años, Luchito con 14 años cumplidos, observa por su ventana el árbol que un día intento enderezar. Recuerda lo que aprendió en la escuela.
En los días siguientes, luego de suponer las causas, analiza el terreno y pregunta a los vecinos. Concluye que la construcción de la vereda afectaba las raíces, que había ramas muy crecidas, probablemente por la búsqueda de sol, y en alguna oportunidad fue una fuerte tormenta la que termino por inclinar aún más el árbol. Entonces elabora algunas medidas correctivas.
Espero el invierno, donde es la actividad de las plantas es menor. Consigue palas, cuerdas y algunos maderos. Y consiente que sería difícil hacer el trabajo solo, pide ayuda a sus amigos.
Juntos elaboran un plan, se organizan y comienzan su propósito. Proceden a cortar las ramas crecidas. Excavan, no sin antes asegurar con cuerdas el árbol para que no cayera. Una vez que aparecieron todas sus raíces, ayudándose de las cuerdas proceden a alejar el árbol medio metro más de la vereda, abonan la tierra  alrededor de las raíces, luego arrojan la tierra de vuelta al  hoyo, y la compactan. Con los maderos apuntalan el árbol para que éste se acostumbrara a su nueva ubicación.
Luchito sabía que no bastaba con ello, que debía constantemente cuidar del árbol. Asegurándose de regarlo con la frecuencia necesaria.
Al cabo de un buen tiempo, del árbol brotan hojas verdes y por fin se mantiene derecho por sí solo. Fue entonces cuando fue en busca de mamá y le dijo:
Hoy logre enderezar el árbol torcido, ahora ayudare a papá para que deje de beber.
La tarea fue difícil. El pequeño y mamá fueron persistentes en su misión y por el gran amor hacia papá, lograron que él dejara de beber.

La mayoría de los arboles torcidos no se pueden enderezar, pero así como ellos requieren de buenas raíces, nosotros debemos preocuparnos por formar niños en principios y valores, capaces de transformar su hogar, su escuela y su comunidad en un lugar mejor. No destruyamos sus sueños, su futuro. Tenemos muchas tareas pendientes. Empecemos dando el ejemplo, actuando no solo con la cabeza sino también con el corazón.

Octubre, 2013

29 de octubre de 2013

LOCA EXISTENCIA

por Orlando Mazeyra Guillén


 «Loca es mi vida», reflexioné al mirar, por la escueta ventana de la habitación, cómo los perros se apareaban entre ellos. Quiero decir, un macho montando a otro de su mismo género. Sin asco. Sin la menor reserva.
                A falta de hembras, algunos hombres —¿acaso dije hombres?— asumen ese pasivo papel ignorando que está lleno de múltiples sorpresas, apremios y sinsabores.
                La sórdida imagen de la cópula canina, de pronto se interpuso entre mí y la cruda cotidianidad, haciéndome evocar remotas instancias de mi vida pasada.
                Yo había estado en la cárcel durante casi una década y, no lo puedo negar, pues alguna vez creí sucumbir (o quizá otra vez estoy desvariando por culpa de las pastillas) ante esas tentaciones que genera la carencia absoluta de placer físico.
                Mi humanidad —asumo que, a pesar de lo que dice la siquiatría, medianamente sana— entiende que desde el día en que uno aprende a tocarse, la sequía sexual suele ser una mala compañera que solivianta sinsentidos atroces.
Ojo: aquello cuanto escribo, lo sé por cuenta propia. A mí nadie me tuvo que contar nada. No precisé leerlo o siquiera soñarlo. Sólo bastó meter de lleno las narices en la mierda.
                —Yo estoy limpiecito —me había anunciado el Bagre, un feísimo convicto algo amanerado y con cintura femenil—. Así que conmigo no te hagas problemas.
                —No le entiendo —alegué con cara de pocos amigos. En la cárcel abracé la costumbre de jamás tutear a aquellos que considero intelectualmente inferiores.
                —En tiempo de guerra —me dijo palmoteándose el trasero—, cualquier hueco es trinchera.
                —De acuerdo —le dije contrariado por aquella frase que yo ya había escuchado pero que, en boca del Bagre, se volvía sombría y repelente: «en tiempo de guerra cualquier hueco es trinchera», repetí para mis adentros y sentí la erección de mi verga.
                Un extraño rubor se hizo de mí cuando el Bagre descubrió que me había excitado sin razón aparente.
                —¿Te puedo ayudar con eso? —me dijo Maura. Una esbelta canelita de Imata que mi madre había contratado como empleada del hogar. Tenía apenas trece años, dos menos que yo, pero era muy ávida de todo la condenada.
                —¿Con qué cosa, Maura? —repuse invadido por un fuego inédito.
                —A eso, pues, joven Carlos —me dijo señalando mi bragueta—. Se nota que lo tiene usted bien paradito a su soldadito.
                —¿Soldadito? —le pregunté con un rapto de intriga.
                —Pajarito entonces.
                Me abrió la bragueta despacio, con una parsimonia que, por momentos, me ponía en vilo:
                —¿Quieres que juegue con él? —me preguntó el Bagre.
                —Haz lo que te dé la gana —le dije a Maura con toda intención.
                Cerré los ojos y sentí unas tibias manos masajeando mi falo, estirándolo, sopesando, alternativamente, cada testículo de mi escroto.
                —Chúpamela de una vez —rogué anhelante.
                —¿Cuántas hembritas te han hecho esto? —me preguntó el Bagre con una mirada insidiosa.
                —Ninguna —le confesé a Maura.
                —No le creo, joven, me va a decir que nunca ha tenido chicas. Más mentiroso es.
                —¿Tú con cuántos has estado, pues?
                —Con todos, zamarro —alegó él—. Desde mi viejo hasta el alcaide. Mi papá me violó de chibolo y con el alcaide me encamo de vez en cuando para que me regale cigarrillos, marihuana y pastillas para la ansiedad… Pero tú me das miedo, eres distinto.
                —¿Por qué distinto?
                —Distinto, pues, joven —hablaba hasta por la orejas Maura—. De otra clase. En mi pueblo, en cambio, todos somos iguales. Ahí conocí varios chicos: al Marcos, al Aldito, al Pepe Lucho. Varios que me tomaron en los cerros y hasta me hicieron abortar. Pero usted es distinto: es mi patrón.
                —El patrón es mi papá.
                —¿Tu papá? —preguntó intrigado el Bagre.
                —Sí —lo admití—. La primera vez que se me paró fue cuando vi cómo mi viejo se levantaba a la empleada. Ella se llamaba Maura y era bien sabida. Me la corrí espiándolos a escondidas. Lo que más me calentaba eran los jadeos de la mocosa.
                —¿Qué es «jadeos»? —preguntó la chola.
                —No te hagas —la amonesté—. Esos ruiditos que hiciste cuando mi papá te la metía.
                —Te gusta ver lo que hacen los otros, ¿no? —me escrudiñaba el Bagre.
                —Sí, es lo que más me gusta. Mirar  a los otros y tocarme. Nadie me toca como yo solito he aprendido a hacerlo.
                Y, ahora, mientras esos dos perros callejeros se ayuntan con desfachatez me acuerdo del Bagre y de Maurita. Les otorgo roles en esta inesperada puesta en escena. Pero, por su propio temperamento sexual, no encajan.
                «Loca es mi vida», me repito y no comprendo cómo he podido llegar a frisar los cuarenta sin haber consumado cópula alguna (me refiero a una cópula de verdad, con amor y todas sus variantes). Sólo he aprendido a mirar. Los demás que ejecuten. Yo sólo me entiendo.
                Los perros siguen en lo suyo y yo en lo mío. Me toco.
                Pero también… anoto.

Octubre, 2013.

20 de octubre de 2013

PRESENTACIÓN DEL LIBRO "MI FAMILIA Y OTRA MISERIAS" DE ORLANDO MAZEYRA GUILLEN

Hay escritores y escritores. 


Si imaginamos la literatura como un mar inmenso donde los autores fluyeran como peces y los encontráramos en cardúmenes de estilos, temas, y variedades, Orlando Mazeyra Guillén sería un pez exótico, un extraño e impresionante especímen, una ballena blanca de ésas de novela.

Muchos amigos me piden que les diga qué leer (¡como si yo fuera qué!), pero si alguien me preguntara ahora sobre algo bueno, les diría sin duda que busquen cuentos de Orlando Mazeira, cualquiera de sus tres libros son un viaje a una extraña diversión, superada por sus personajes dramáticos y las historias tan interesantes que imagina, -¿o vive?- este enigmático autor.
Cuando uno lo lee por primera vez se queda prendado, admirado y lleno de emoción por seguir leyéndolo. La exquisitez de su obra domina el mundo actual con cadenas de sorprendente injusticia, tristeza, y amor, sobre todo eso, el más extraño, inefable y al fin y al cabo, entendible amor.

Estuvo en Moquegua, el reciente sábado 19 de Octubre, y Los Malos Muchachos tuvimos el honor de presentar su tercer libro , aquí un resúmen de lo que se vivió:

LLEGADA

Mazeyra pisó tierras moqueguanas al promediar las 10:30 pm del viernes 18 de Octubre del 2013, ni bien llega a la ciudad se hospeda en el hotel designado por la asociación. Y luego ingresa al Bandido Pisco Bar donde cena una rica pizza y comparte opiniones con Andy Badoino, nuestro mal muchacho propietario del lugar.

Al día siguiente, muy temprano, es entrevistado en el programa de las 8am en radio Studio 97, por el periodista/amigo/asesor/director del INC/locutor Omar Benites, quien le da la binvenida a la ciudad y conversa amenamente con Mazeyra sobre su vida y su obra.

Orlando siendo entrevistado por Omar Benites, en radio Studio 97.

"Mi familia y otras miserias"

Junto a él, yo, recién levantado. Se nota ¿no? :)
Firmando el pirmer libro vendido del día: el de Omar Benites.

La elocuencia y tenacidad del autor es resaltante durante la entrevista. Pero su sinceridad es triste, emotiva, amarga.


Durante la tarde, antes de almorzar, fuimos a dar un breve paseo por la "paisajista", la misma que durante las noches de fin de semana acoge a los borrachos y parejas en affaire.
Pensando en "La poderosa", del Ché.


LA PRESENTACION DE “MI FAMILIA Y OTRAS MISERIAS”


Giovanni Barletti, escritor moqueguano autor de “El que no corre vuela”, “Dabai Chelo, dabai”, y “La casa amarilla”, realiza la presentación del libro de Mazeyra. Donde realiza comentarios entrelazados que acrecentan en el público presente la curiosidad por el extraño autor. Barletti realiza una descripción fugaz de algunos cuentos importantes en el libro. Y menciona pasajes y anécdotas que vivió con el autor durante tiempos de alcohol, libros y más alcohol.
Algunos invitados: (de izq. a der.)

Vittorio Badoino, Jhener Pomacosi, Mary Causillas, César Caro.
El previo electrónico lo puso Andy Badoino.
Giovanni, aprovechando la comida y bebidas gratis. : )
Docentes de comunicación que se apuntaron felices al evento. ¡Un abrazo a las tres!

Giovanni Barletti y Ariana Fonttis, en momentos de alegría.
Barletti presentando el libro "Mi Familia y otras miserias". Junto a él, el autor, Orlando Mazeyra Guillén.
Una parte importante de la cita: Los infaltables bocaditos y su correspondiente gaseosita. Las gracias a la familia Coca-Cola y su distribuidora en Moquegua.
El poeta Jhener Pomacosi y José Luis Ormeño Sosa, conocido muchacho malo.

"La Prosperidad Reclusa", "Mi Familia y otras miserias", y su autor.

La Banda a dúo "IRIE", alegró el after con la mejor música reggae.

Banda IRIE: Bruno Hurtado y Andy Montenegro, ambos moqueguanos.

Mi progenitora y yo, rodeando a Orlando en un abrazo duradero.

En el terminal. Mazeyra: contento. Yo: feliz. Ambos: despidiéndonos.
¡Vuelve pronto! Moquegua es tu casa.

14 de octubre de 2013

RECUERDOS DE MI ABUELO

por René J. Coayla


Mi abuelo fue un poeta? No
Mi abuelo fue escritor? Tampoco
Fue mediocre? Menos
Fue ladrón? Jamás!

Mi abuelo fue pintor? No sé...
Mi abuelo fue cantante? Tal vez
Fue acaso un ambulante? No creo
Entonces fue doctor? No lo fue.

Mi abuelo fue ingeniero? No
Esa carrera no existía en el campo
Mi abuelo fue entonces albañil? Tal vez,
quien construye su casa con sus manos debe serlo alguna vez.

Mi abuelo fue carpintero? Cerrajero? O soldador?
No, pero sospecho levemente que fue maestro celador.

Yo heredé sus piernas, y el dolor
De tener que vérmelas con ellas
Yo herede sus fauces
Plenas, como cartas de ases.

Caminamos juntos muchas veces
Entre calle firmes y cipreses
Trabajamos juntos y lloré
Cuando al fin mi abuelo se fué.

Aún recuerdo el día que el diablo
De la flojera me hiciera no ir a verlo
Recuerdo su rostro, resurcado,
Diciéndome "hijo, tu no dejas rastro".

-Vendré el domingo, le decía,
Mientras tomaba sus cálidas manos frías.
Le besaba el rostro que aún recuerdo
Como sólo pudo ser el de mi abuelo.

Ahora lloro como un tonto, lloro
Pues su recuerdo vive en mi, vive en mi mente
Y no hay momento que no sepa andar ausente
Cuando en la calle algún recuerdo trae su añoro.

El me decía "hijo, ven a casa"
Mientras yo le daba vueltas a mi taza
Y en sus fuertes y delicadas palabras
Yo escuchaba sólo el sonido de la mesa.

-Quien hay en el mundo que no reza
Cuando ve que algún amor se fue pal cielo
Si no le reza a Dios pues por lo menos
Le reza al alma pura de su abuelo.

El talego que una vez cargamos
La fuerte hacha, el poderoso árbol,
El camino para el aburrido dar al perro
Me recuerdan pasos firmes de mi abuelo.

Él también amó
No fué como yo
O tal vez si
No lo se! No siempre estuve ahí!

Como no poder retroceder
El tiempo y darte vuelta, vida
Hay entre tus manos un te quiero
Que diría, a mi abuelo, si lo viera.

Y sé que tu también, también quisieras
Verlo nuevamente hechar el agua
Verlo trabajar, crecer tus tierras
Y emanar del aire, el sol en tus entrañas.

Hay vida, si algún día, se pudiera
Dar la mía, y traer la vida de mi abuelo,
Tenme listo, yo seré el primero en lista
De espera, para tan grande milagrera.

Hubo en tiempos que aún recuerdo
Una ocasión en que ambos hicimos
Una cesta, una jaula de aves...

Yo me fui...

Y nunca más la terminamos...

Hoy me siento, hay... Mejor no decir como me siento...

Abuelo, sólo tu sabes mejor que nadie...

Septiembre, 2013

3 de septiembre de 2013

DAME DOS

por "La Tua Mamma"

Hoy no escribo algo con verso
aunque siempre que lo intente
acabo haciendo eso,
no sé si esa es mi misión
o lo que unos llaman talento.
Vengo a hablarles de algo serio,
es que hoy pasó algo un poco extraño,
estaba andando de la mano con mi novia por Barranco,
cuando entonces un niño se acerca con flores en mano
y me dice en voz baja “por favor cómprame un ramo”.
Al instante dije “no” y al dar dos pasos el volvió,
ésta vez cambió la frase, ahora hablaba del amor
“si es usted un buen humano o un profundo soñador,
llévese un solo ramo y demuéstrele su amor”.
Yo me le quedé mirando,
mientras ella sonrió
“si siempre dijeras eso venderías todas las rosas”
le dije, “dame dos”.
Hay gente que vende engaños
pero él vendía amor.

Septiembre, 2013

RECUERDOS DE MI ABUELO

por René J. Coayla

Mi abuelo fue un poeta? No
Mi abuelo fue escritor? Tampoco
Fue mediocre? Menos
Fue ladrón? Jamás!

Mi abuelo fue pintor? No sé...
Mi abuelo fue cantante? Tal vez
Fue acaso un ambulante? No creo
Entonces fue doctor? No lo fue.

Mi abuelo fue ingeniero? No
Esa carrera no existía en el campo
Mi abuelo fue entonces albañil? Tal vez,
quien construye su casa con sus manos debe serlo alguna vez.

Mi abuelo fue carpintero? Cerrajero? O soldador?
No, pero sospecho levemente que fue maestro celador.

Yo heredé sus piernas, y el dolor
De tener que vérmelas con ellas
Yo herede sus fauces
Plenas, como cartas de ases.

Caminamos juntos muchas veces
Entre calle firmes y cipreses
Trabajamos juntos y lloré
Cuando al fin mi abuelo se fué.

Aún recuerdo el día que el diablo
De la flojera me hiciera no ir a verlo
Recuerdo su rostro, resurcado,
Diciéndome "hijo, tu no dejas rastro".

-Vendré el domingo, le decía,
Mientras tomaba su cálidas manos frías.
Le besaba el rostro que aún recuerdo
Como sólo pudo ser el de mi abuelo.

Ahora lloro como un tonto, lloro
Pues su recuerdo vive en mi, vive en mi mente
Y no hay momento que no sepa andar ausente
Cuando en la calle algún recuerdo trae su añoro.

El me decía "hijo, ven a casa"
Mientras yo le daba vueltas a mi taza
Y en sus fuertes y delicadas palabras
Yo escuchaba sólo el sonido de la mesa.

-Quién hay en el mundo que no reza
Cuando ve que algún amor se fue pal cielo
Si no le reza a Dios pues por lo menos
Le reza al alma pura de su abuelo.

El talego que una vez cargamos
La fuerte hacha, el poderoso árbol,
El camino para el aburrido dar al perro
Me recuerdan pasos firmes de mi abuelo.

Él también amó
No fué como yo
O tal vez si
¡No lo se! ¡No siempre estuve ahí!

Como no poder retroceder
El tiempo y darte vuelta, vida
Hay entre tus manos un Te Quiero
Que diría, a mi abuelo, si lo viera.

Y sé que tu también, también quisieras
Verlo nuevamente hechar el agua
Verlo trabajar, crecer tus tierras
Y emanar del aire, el sol en tus entrañas.

Hay vida, si algún día, se pudiera
Dar la mía, y traer la vida de mi abuelo,
Ténme listo, yo seré el primero en lista
De espera, para tan grande milagrera.

Hubo en tiempos que aún recuerdo
Una ocasión en que ambos hicimos
Una cesta, una jaula de aves...

Yo me fui...

Y nunca más la terminamos...

Hoy me siento, hay... Mejor no decir como me siento...

Abuelo, sólo tu sabes mejor que nadie...

Septiembre, 2013

28 de agosto de 2013

SIEMPRE RICOS

por "La Tua Mamma"

Hemos sido siempre ricos
sin saber lo que es riqueza
pues buscaste en los bolsillos
lo que está en nuestras cabezas.

Oro, plata, cobre y plomo
es lo que enriquece a un pobre tonto.
Amor, bondad y un poco de maldad
hacen rico a un simple mortal.

Hemos sido siempre ricos
sin saber lo que es riqueza,
esas noches entre amigos
con un poco de cerveza.

Momentos de oro que no brillan
pero que hacen llorar los ojos
momentos tristes pero ciertos
que se viven cuando entiendo...

...que por más tonto que sea
seguiré haciendo el intento,
pues seguimos siendo ricos,
aún siendo casi polvo.

Sin monedas los bolsillos
pero lleno el pensamiento.
Hemos sido siempre ricos
sé que sientes lo que siento.

Agosto, 2013

27 de agosto de 2013

PENDEJO MOQUEGUANO

por "La Tua Mamma"

Por fin he despertado,
y sólo hay potros a mi lado,
pero, ¿si este no es un bosque?
¿qué hago entonces enterrado?
sucio, hambriento, ensangrentado.

Cuéntame, ¿qué me ha pasado?
Yo recuerdo haber tomado
y no me siento tan mareado,
creo que he sido timado
por dos putas ¡la he cagado!

Juro por Dios, aunque sea en vano,
soy ateo y soy humano,
no volver a probar trago,
hasta el próximo verano,
no te rías, sólo extiéndeme la mano.

Llévame a algún bar cercano
y brindemos por mi suerte,
que aunque mala, no me quejo,
nadie le quita lo bailado,
a un pendejo Moqueguano.

Agosto, 2013

WHATSAPP

por René J. Coayla

Déjame conocerte
Quiero empezar a hablarte
Y prometerte

Cosas que nunca haré
Porque no podré,
Pero que, quisiera…

Ay, si algún día yo te viera…

Te diría
Las mismas cosas de ahora
Pero ya no en la lejanía

Sino en toda la belleza
De tu cara siempre fría
Hay cómo la calentaría…

Me has mandado una foto hoy
Maldita sea ahora la veo
Y ya no sé quién diablos soy

Si el mismo arrebatado
Que el amor nunca ha buscado
O soy otro, simplemente…

Ay, que demente, yo quiero ser tu delincuente!

Y ahora despierto,
Y no es un sueño, todo es cierto
Te conocí, pero no entiendo.

Cómo es posible encariñarse
Con una chica que no existe
Mas que sólo por whatsapp

Hay…
Hay mucha vida por hablar…
Aunque sea sólo por el wa…

Y aunque tú me des muy poco
Yo te daré todos mis megas…
Solo regálame otra foto

Y me verás este fin
Si sigo vivo, este fin…
O quién sabe, tal vez otro…

Para mayo… junio, julio, agosto, septiembre y todos los meses de puto año!... X )

MUERTE

por René J. Coayla

                Al fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hasta él un hombre.

Era el final de una pelea, lo recuerdo bien. Me senté en el sofá de puro cansancio. Eché a un lado la ropa que había en él y luego enchufé y prendí mi laptop (la pobre no funciona sin cable: se quemó la batería hace mucho). Ella acababa de salir violentamente. Estuvo hecha una fiera, cuando llegué me saludó mal, hice lo que pude para no cometer ningún error, pero fue inútil. Cinco minutos antes, me estuvo llamando y no contesté el celular. Fue en tres ocasiones.

De repente, me puse a pensar. ¿Por qué se ofusca tan rápidamente, miente con descaro y yo siento casi siempre que se está burlando de mí?

Sé que en la vida todo es relativo, y que mis suposiciones son en realidad debidas a mi propia percepción acerca de ellas. Pero he tratado de analizar las cosas. Y al final me he dado cuenta que soy el único cuerdo y a la vez el inculpado. Típico, al menos yo, siempre he sido culpado de todo.

Y eso porque de chico era el más travieso de mi clase —por no decir del colegio entero—, pero también el más (no creo que deba decir inteligente, sería mentira) aplicado: era el primer puesto de la clase. Me culpaban de todo, aludiendo a una fama malamente ganada durante los constantes laberintos y trampas que demostraba durante mis aventuras y travesías en el colegio. Me culparon de muchas cosas horrendas que en realidad yo no hice. Y esta vez me volvían a culpar en mi propia casa y mi propia novia. De algo que no sólo no hice, sino que ni siquiera sé de qué se trata.

Ella seguía afuera, en el patio. Seguramente con frío y enojada, dispuesta a quedarse horas hasta que yo decida ir a buscarla, encontrarla encerrada en el baño dormitando como una avecilla inocente, y ceder ante el aburrimiento de no poder contra su ignorancia y entonces tener que decirle perdón, es mi culpa.
En ese momento, yo me encontraba sentado en el sillón, con la laptop apoyada en un extremo del sofá. Por mi ventana —que es amplia y toda de vidrio oscuro— podía verse la luz de la luna iluminar los techos de las demás casas a lo lejos. Fue en ese mismo instante que la vi.

Es decir, que vi lo que vi, porque después nadie me creyó y hasta hoy estoy encerrado y a nadie le interesa descubrir la verdad.

Lo que vi fue a ella, traslúcida en la ventana, por fuera, como flotando en el aire. Nuestra habitación está en un cuarto piso. Así que fue imposible que la viera, pero la vi. Y no sólo eso: me habló. Con su tono déspota y malhumorado me dijo:

 —    ¿Ves? Por tu culpa, ahora ya no siento nada.

Me impresioné tanto con esa frase como por la aparición tan increíblemente extraña. Me puse de pie de un salto y salí de la habitación. Afuera sólo había mucho frío, pero ni rastros de ella. Era extraño, en el baño no estaba. Y siempre que sale a llorar, se va al baño de damas.

Y entonces escuché voces, gritos, autos. Me asomé al balcón y vi hacia abajo. Desde ese momento, ya nada me importaba.


Agosto, 2013.

25 de agosto de 2013

SABIO SOÑADOR

por "La tua mamma"


Ese dejo de extranjero,
se hacía notar primero,
cuando empezaba sus cuentos con ese "tufo ronero",
fue en diciembre o en enero que dejé de oír su voz.

Nadie supo desde entonces,
que aquel viejo "cuenta cuentos"
que más que narrar historias, sólo hablaba de lo cierto,
del por qué las rosas rojas o los molinos y el viento.

Fueron quizás las noche locas,
llenas de coca y alcohol,
fue tal vez la poca ropa que abrigaba al viejo Tom,
que aunque viejo siempre sabio, y un viajero soñador.

Agosto, 2013

TERROR CAN

por René J. Coayla

No quiero empezar esta historia, lo admito. Pero últimamente he visto cosas demasiado impresionantes, situaciones muy increíbles. Algunas tanto —y en tan extrañas circunstancias— que están siendo consideradas por muchos como meras historias ficticias. A quienes creía mis propias amistades, incluso, he sorprendido diciendo que mis visiones son y han sido siempre producto de una imaginación desconsiderada. 

Por eso —me cuesta decirlo— hasta he llegado a rectificar falsamente hechos verdaderos con tal de que me dejen tranquilo y cesen las constantes muestras de desprecio e incredulidad a las que me han sometido. Si ellos hubieran visto lo que yo, es seguro que no podría afirmar lo que ahora piensan, pues conocerían la terrible sensación que sólo sienten aquellos que han sido presas del terror inusitado.

Pero aún así, ni las burlas, ni la incredulidad, ni la vejadez de nadie impedirán que prosiga. Déjenme, que yo mismo no sé si obtendré al exponer este relato la condena de un eterno estado de locura, o más bien la tranquilidad de mi pobre y aún confundida alma.

Tuve yo — ¿tuve de verdad?— un perro, un hermoso ejemplar de mediana estatura que encontré en extrañas circunstancias. Aún recuerdo la primera vez que lo vi. Fue cuando llegaba del trabajo, muy entrada la noche; él estaba sentado frente a mi casa, mirándola como si esperase algo. Me extrañó en un primer momento que un animal como ése mantuviera tan extraña posición, pero estos pensamientos se difuminaron cuando me percaté de su peculiar belleza. Describirlo será muy fácil, pues no había nada malo en su aspecto, todo lo contrario, era muy hermoso; de pelo liso, brillante y sedoso, blanco como la nieve, una sola mancha café cubría parte de su rostro. Para mí, al menos, en ese momento el animal sólo denotaba una completa inocencia.

No me culparán entonces por haberlo dejado entrar a mi casa. Ademas, para ser sincero, creo que tampoco hubiera podido evitarlo: él actuó resueltamente, poniéndose de pié apenas saqué las llaves cruzó la pista rápidamente en el momento que yo abría la puerta, anticipóse con la más asombrosa naturalidad a mi paso, y entró a mi casa antes que yo, cual si fuese el dueño de la misma.
Una vez adentro los dos, lo primero que hize fue darle agua, la cual el perro bebió completamente. Luego —sin pensar siquiera si tendría dueño— intenté ponerle un nombre. Pero no me convencí por ninguno. Así que lo dejé en el patio sin más, y me adentré a mi habitación. Es preciso aclarar que vivo en un quinto piso, en una casa inmensa, posiblemente la más grande de la calle. En cada piso hay por lo menos dos departamentos, por tanto, imaginarán lo amplio del último piso y la enorme terraza que me sirve de patio, al fondo del cual está la única habitación que hay en el techo, la mía.
Estuve debatiendo entre dejarlo afuera o permitirle entrar unos minutos, hasta que me decidí por hacerlo pasar sólo por esa noche. En breve me di cuenta que era, por demás, el más educado animal que había visto de entre muchos que llegué a conocer. No hacía bulla, ni mordía las cosas. No ladraba ni lloraba, ni siquiera saltaba para que le hiciera cariños, como es natural en los perros. Sólo permaneció quieto a los pies de mi cama hasta que simplemente me dormí, luego de una breve lectura y un poco de música, cansado como siempre.

Es aquí donde debo dar un giro total a esta historia, en la que hasta ahora no parece haberse entablado más que una simple amistad entre hombre y perro. Pero no fue así. Al caer la noche, como mencioné, dormí plácidamente algunas horas, pero ya más entrada la madrugada, algo me despertó. Abrí los ojos con cansancio, lo que no me dejaba dormir era que sentía un frío fuerte y repentino. Sin salir de la sonmolencia, vislumbré a duras penas algo sumamente extraño y por demás curioso: la puerta de mi habitación estaba abierta. Al instante desperté completamente, en mi mente la sorpresa cayó como agua fría. Me levanté y de dos pasos me acerqué a la puerta, y vi entonces lo primero que causó mi espanto, y lo que significó el comienzo de una tortura sin igual.

En la oscuridad de la terraza, a unos treinta metros de mí, una figura clara se apoyaba, de pie, en el balcón. Era pequeña, y hasta hubiese pensado que era un niño si no hubiese sido tan tarde. Pero desde donde me encontraba no podia ver más que aquella figura blanca apoyada de pie en la oscuridad. Sólo en ese momento recordé que yo no estaba sólo, recordé al perro, retrocedí para buscarlo en el lugar que lo dejé pero no estaba, miré debajo de la cama y no había nada. Volví entonces al umbral y ví de nuevo, la figura seguía ahí, apoyada en el balcón.
Imaginarán que fue una completa —y compleja— confusión para mí. Primero el hecho de la puerta abierta. ¿Es probable que alguien la haya abierto desde afuera? Pero, ¿quién?, si vivo sólo en este último piso del edificio y aunque aún así alguien haya subido a estas horas de la madrugada jamás se atreverian a abrir así mi puerta. Yo jamás podría haberlo hecho. Estaba dormido. Con esto quiero explicar el porqué yo pensé lo que sigue: sólo quedaba mi nuevo inquilino. Pero... ¿no es lo más absurdo eso? ¿Cómo un perro podría abrir la puerta? Y sin embargo, ahí estaba. Aquella figura blanca en la oscuridad de la noche sólo podía ser el perro.
No lo pensé dos veces y me acerqué, aunque lentamente, el frío era más fuerte afuera, un viento helado poco común alteraba el clima y yo estaba casi desnudo, con short. A pesar de que mi vista estaba fija en aquella imagen blanca, de pie, en medio de la oscuridad, algo me hizo desviar prontamente la mirada: una fuerte luz que iluminó en un instante el cielo, por un par de segundos, y que se desvaneció tan pronto como apareció, dejando en mis sentidos un calor estremecedor. El frío desapareció. Volví entonces a dirigirme hacia mi original objetivo, grande fue mi sorpresa entonces: había desaparecido. Apresuré el paso y lo busqué con la mirada, me adentré un poco más en la oscuridad, y un instante después el perro salió de entre las sombras, y me miró fijamente. Estaba en cuatro patas, pero no dudé en ningún momento de que él era aquella figura que vi desde la habitación. A excepción de su mirada, todo era muy normal en él, ya que de sus ojos brotaba un brillo sin igual, lo cual fue suficiente para helarme la piel.
Regresé prontamente al cuarto, y me dormí. Asombrado por estos últimos sucesos, no quise ver siquiera al perro, sólo pensaba que a la mañana siguiente se iría y podría olvidar lo sucedido.

Muy temprano, ya de día, decidí no hacer mucho embeleco y le dije simplemente «vamos». Tal como sospeché por un instante, me entendió y salió junto conmigo. Pero yo a mi trabajo y él a la calle nuevamente. Al fin pude respirar tranquilo. Me hice la idea de que nada había pasado la noche anterior, y proseguí mi vida con normalidad.
Pasó el día entero. No volví a pensar en el asunto, tenía muchas cosas que hacer en el trabajo, y además quería ir a hacer algunos encargos. El tiempo pasó lentamente, y regresé a casa tarde, como a las once. Hay personas que a este punto hayan desconfiado de mis palabras, pues he aquí algo que sin duda nadie podrá creer.

No bien hube doblado la esquina de mi calle, cuando reconocí, cual si el tiempo hubiese dado vuelta atrás en vez de hacia adelante, al misterioso perro, sentado firmemente, con las patas delanteras apoyadas contra la vereda de enfrente de mi casa, observándola con atención. Y cuando estuve cerca, el perro volteó la cabeza y me miró directamente a mí.

Me acuesto, la fiebre me hace tambalear. Quiero olvidar, pero ya no puedo. A diferencia de anoche, ahora jamás podría olvidar lo sucedido.

El perro entró de nuevo a mi casa sin que pudiera hacer nada para impedirlo. Lo intenté, pero al abrir la puerta de la calle un dolor profundo en la sien me distrajo y me llevé las manos a la cabeza. Antes de que me enterara el perro ya había entrado y subía las gradas en dirección a mi quinto piso.
Nadie puede imaginar el terror del que fui presa toda la noche en mi habitación. Esta vez me aseguré de dejar al perro afuera, en el patio. Pero debo admitir que no hubo cinco minutos de tranquilidad por varias horas, me levanté en más de diez ocasiones para asegurarme que en la puerta estuviera puesto el cerrojo, hasta que finalmente, cansado, caí dormido nuevamente.

En la madrugada, sucedió lo que ha sido motivo de las burlas más agudas por parte de mis amistades y lo que marcó en mi vida el más absoluto rencor por las cosas increíbles que tiene la humanidad, así como el miedo más atroz hacia el cielo raso y a las noches sin luna, oscuras y heladas. Un frío repentino que sentí a las tres de la mañana interrumpió mi descanso nuevamente. Pero apenas abrí los ojos una luz fortísima me alumbró directamente a la cara, cegándome la vista que recién despertaba del asombro. Comprobé con pavor que aquella fuerte luz provenía de adentro del cuarto, en medio de mi propia habitación. En pocos segundos pude reconocer que en realidad no era un luz la que me alumbraba, eran dos.

¡Eran sus ojos! Sus enormes y terribles ojos amarillos mirándome fijamente en medio de la oscuridad, como dos linternas apuntándome y congelando mis movimientos. Un dolor innarrable me apretó en las sienes. Intenté moverme pero me resultó imposible, quedé absorto frente al perro blanco, cuyos ojos estaban enormes, y que alzado en dos patas parecía no un animal, sino un ser de algún otro terrorífico mundo. De sus ojos normales no había rastro, pues eran ahora inmensos y alumbraban una fuerte luz hacia mi directamente. Lo vi acercarse más y más. Y de repente sentí un dolor agudo en el pecho. Con terror intenté agachar la cabeza y con esfuerzo lo logré, miré y vi en mi pecho una de sus patas, con extraños dedos que parecían agarrar una aguja inmensa que acababa de atravesarme justo en donde debe quedar el corazón.
Lentamente, extrajo la aguja de mi cuerpo como quien retira una inyección letal luego de haber sido aplicada. Y acto seguido se dio vuelta atrás. Recién ahí pude notar que la puerta estaba abierta, pero eso ya no era lo que me asombraba, sino todo lo que había sucedido.
Mi cuerpo seguía paralizado, no por el asombro, sino por una fuerza extraña que aún me forzaba y se difuminaba lentamente a medida que el extraño ser se alejaba caminando.

Cuando recobré la fuerza de mi cuerpo, salí corriendo al patio. Fue inútil, ya no había nada. Miré al cielo y vi la misma luz extraña de la noche anterior. Alejábase lentamente. Con ella, se iba también toda mi cordura.

Agosto, 2013