30 de octubre de 2013

EL PAIS DE LAS MARAVILLAS (PARTE I)

por Vicente ZC

El país hoy dejo de ser un mendigo sentado en un banco de oro. Exportamos minerales y productos del campo. Extraemos gas y petróleo. Machu Picchu es uno de los principales destinos turísticos. A nuestra gastronomía variada y exquisita se le brinda homenaje todos los días. La selección femenina de vóley después de muchos años volvió a alcanzar instancias finales en un torneo mundial. Las estadísticas nos dicen que somos el país más emprendedor del mundo y el líder en crecimiento de la región. Nuestros cantantes son reconocidos. Tenemos un premio nobel en literatura. Estuvimos en los ojos del mundo a través del Dakar, y lo volveremos a estar para los Juegos Panamericanos 2019. Nuestra Inka Cola tuvo que ser comprada porque no le pudieron competir.

Tenemos muchos motivos más para sentirnos orgullosos y celebrar, muchos viven esta fiesta, mientras otros tienen que salir a trabajar, porque saben que el pan de mañana será más difícil de comprar. El mundo vive en constante transformación, lo que nos hace buenos hoy, sino lo mantenemos y potenciamos, mañana ya no importara.

De nada sirve extraer gas, si con el no producimos energía. De nada sirve cosechar los campos, si somos incapaces de generar un valor agregado. De nada sirve exportar grandes cantidades de cobre barato, si importamos cables eléctricos y accesorios caros. De nada sirve el boom gastronómico, sino nos preocupamos por una alimentación sana. De nada sirve depredar nuestro mar y los bosques, haciendo ricos a unos pocos, si dentro de unos años importaremos mala madera y pescado congelado. Poco a poco parece ser que nos estamos sin el banco de oro, en el que habíamos estado sentados.

Tenemos los recursos, lo siguiente es la especialización e industrialización del país, de lo contrario habremos perdido una gran oportunidad como sucedió con el guano, el caucho y la pesca. El momento es ahora.

Octubre, 2013

EL ARBOL TORCIDO

por Vicente ZC


Luchito tenía 6 años, vivía con su papá y mamá, en una casa pequeña frente al parque.
Era costumbre que todos los fines de mes su papá llegara pasado de copas a casa, gritando y exigiendo su cena.
El pequeño cansado del maltrato hacia su madre, le pregunta a ella si creía que papá dejaría de tomar. Ella lo abraza y le responde:
Mi pequeño, “árbol que crece torcido, nunca endereza”, no cambiara.
Cerca de media noche mamá se despierta porque había sentido ruidos extraños fuera de casa. Sale hasta la puerta, y ve a Luchito en frente. El pequeño sucio con tierra, halaba de un árbol, tratando de enderezarlo.
Mamá le explica que como nadie se preocupó por el árbol este creció así, y aunque ella lo ayudara en ese momento no podrían enderezarlo. El niño entendió, y ambos fueron a dormir.
Pasaron unos años, Luchito con 14 años cumplidos, observa por su ventana el árbol que un día intento enderezar. Recuerda lo que aprendió en la escuela.
En los días siguientes, luego de suponer las causas, analiza el terreno y pregunta a los vecinos. Concluye que la construcción de la vereda afectaba las raíces, que había ramas muy crecidas, probablemente por la búsqueda de sol, y en alguna oportunidad fue una fuerte tormenta la que termino por inclinar aún más el árbol. Entonces elabora algunas medidas correctivas.
Espero el invierno, donde es la actividad de las plantas es menor. Consigue palas, cuerdas y algunos maderos. Y consiente que sería difícil hacer el trabajo solo, pide ayuda a sus amigos.
Juntos elaboran un plan, se organizan y comienzan su propósito. Proceden a cortar las ramas crecidas. Excavan, no sin antes asegurar con cuerdas el árbol para que no cayera. Una vez que aparecieron todas sus raíces, ayudándose de las cuerdas proceden a alejar el árbol medio metro más de la vereda, abonan la tierra  alrededor de las raíces, luego arrojan la tierra de vuelta al  hoyo, y la compactan. Con los maderos apuntalan el árbol para que éste se acostumbrara a su nueva ubicación.
Luchito sabía que no bastaba con ello, que debía constantemente cuidar del árbol. Asegurándose de regarlo con la frecuencia necesaria.
Al cabo de un buen tiempo, del árbol brotan hojas verdes y por fin se mantiene derecho por sí solo. Fue entonces cuando fue en busca de mamá y le dijo:
Hoy logre enderezar el árbol torcido, ahora ayudare a papá para que deje de beber.
La tarea fue difícil. El pequeño y mamá fueron persistentes en su misión y por el gran amor hacia papá, lograron que él dejara de beber.

La mayoría de los arboles torcidos no se pueden enderezar, pero así como ellos requieren de buenas raíces, nosotros debemos preocuparnos por formar niños en principios y valores, capaces de transformar su hogar, su escuela y su comunidad en un lugar mejor. No destruyamos sus sueños, su futuro. Tenemos muchas tareas pendientes. Empecemos dando el ejemplo, actuando no solo con la cabeza sino también con el corazón.

Octubre, 2013

29 de octubre de 2013

LOCA EXISTENCIA

por Orlando Mazeyra Guillén


 «Loca es mi vida», reflexioné al mirar, por la escueta ventana de la habitación, cómo los perros se apareaban entre ellos. Quiero decir, un macho montando a otro de su mismo género. Sin asco. Sin la menor reserva.
                A falta de hembras, algunos hombres —¿acaso dije hombres?— asumen ese pasivo papel ignorando que está lleno de múltiples sorpresas, apremios y sinsabores.
                La sórdida imagen de la cópula canina, de pronto se interpuso entre mí y la cruda cotidianidad, haciéndome evocar remotas instancias de mi vida pasada.
                Yo había estado en la cárcel durante casi una década y, no lo puedo negar, pues alguna vez creí sucumbir (o quizá otra vez estoy desvariando por culpa de las pastillas) ante esas tentaciones que genera la carencia absoluta de placer físico.
                Mi humanidad —asumo que, a pesar de lo que dice la siquiatría, medianamente sana— entiende que desde el día en que uno aprende a tocarse, la sequía sexual suele ser una mala compañera que solivianta sinsentidos atroces.
Ojo: aquello cuanto escribo, lo sé por cuenta propia. A mí nadie me tuvo que contar nada. No precisé leerlo o siquiera soñarlo. Sólo bastó meter de lleno las narices en la mierda.
                —Yo estoy limpiecito —me había anunciado el Bagre, un feísimo convicto algo amanerado y con cintura femenil—. Así que conmigo no te hagas problemas.
                —No le entiendo —alegué con cara de pocos amigos. En la cárcel abracé la costumbre de jamás tutear a aquellos que considero intelectualmente inferiores.
                —En tiempo de guerra —me dijo palmoteándose el trasero—, cualquier hueco es trinchera.
                —De acuerdo —le dije contrariado por aquella frase que yo ya había escuchado pero que, en boca del Bagre, se volvía sombría y repelente: «en tiempo de guerra cualquier hueco es trinchera», repetí para mis adentros y sentí la erección de mi verga.
                Un extraño rubor se hizo de mí cuando el Bagre descubrió que me había excitado sin razón aparente.
                —¿Te puedo ayudar con eso? —me dijo Maura. Una esbelta canelita de Imata que mi madre había contratado como empleada del hogar. Tenía apenas trece años, dos menos que yo, pero era muy ávida de todo la condenada.
                —¿Con qué cosa, Maura? —repuse invadido por un fuego inédito.
                —A eso, pues, joven Carlos —me dijo señalando mi bragueta—. Se nota que lo tiene usted bien paradito a su soldadito.
                —¿Soldadito? —le pregunté con un rapto de intriga.
                —Pajarito entonces.
                Me abrió la bragueta despacio, con una parsimonia que, por momentos, me ponía en vilo:
                —¿Quieres que juegue con él? —me preguntó el Bagre.
                —Haz lo que te dé la gana —le dije a Maura con toda intención.
                Cerré los ojos y sentí unas tibias manos masajeando mi falo, estirándolo, sopesando, alternativamente, cada testículo de mi escroto.
                —Chúpamela de una vez —rogué anhelante.
                —¿Cuántas hembritas te han hecho esto? —me preguntó el Bagre con una mirada insidiosa.
                —Ninguna —le confesé a Maura.
                —No le creo, joven, me va a decir que nunca ha tenido chicas. Más mentiroso es.
                —¿Tú con cuántos has estado, pues?
                —Con todos, zamarro —alegó él—. Desde mi viejo hasta el alcaide. Mi papá me violó de chibolo y con el alcaide me encamo de vez en cuando para que me regale cigarrillos, marihuana y pastillas para la ansiedad… Pero tú me das miedo, eres distinto.
                —¿Por qué distinto?
                —Distinto, pues, joven —hablaba hasta por la orejas Maura—. De otra clase. En mi pueblo, en cambio, todos somos iguales. Ahí conocí varios chicos: al Marcos, al Aldito, al Pepe Lucho. Varios que me tomaron en los cerros y hasta me hicieron abortar. Pero usted es distinto: es mi patrón.
                —El patrón es mi papá.
                —¿Tu papá? —preguntó intrigado el Bagre.
                —Sí —lo admití—. La primera vez que se me paró fue cuando vi cómo mi viejo se levantaba a la empleada. Ella se llamaba Maura y era bien sabida. Me la corrí espiándolos a escondidas. Lo que más me calentaba eran los jadeos de la mocosa.
                —¿Qué es «jadeos»? —preguntó la chola.
                —No te hagas —la amonesté—. Esos ruiditos que hiciste cuando mi papá te la metía.
                —Te gusta ver lo que hacen los otros, ¿no? —me escrudiñaba el Bagre.
                —Sí, es lo que más me gusta. Mirar  a los otros y tocarme. Nadie me toca como yo solito he aprendido a hacerlo.
                Y, ahora, mientras esos dos perros callejeros se ayuntan con desfachatez me acuerdo del Bagre y de Maurita. Les otorgo roles en esta inesperada puesta en escena. Pero, por su propio temperamento sexual, no encajan.
                «Loca es mi vida», me repito y no comprendo cómo he podido llegar a frisar los cuarenta sin haber consumado cópula alguna (me refiero a una cópula de verdad, con amor y todas sus variantes). Sólo he aprendido a mirar. Los demás que ejecuten. Yo sólo me entiendo.
                Los perros siguen en lo suyo y yo en lo mío. Me toco.
                Pero también… anoto.

Octubre, 2013.

20 de octubre de 2013

PRESENTACIÓN DEL LIBRO "MI FAMILIA Y OTRA MISERIAS" DE ORLANDO MAZEYRA GUILLEN

Hay escritores y escritores. 


Si imaginamos la literatura como un mar inmenso donde los autores fluyeran como peces y los encontráramos en cardúmenes de estilos, temas, y variedades, Orlando Mazeyra Guillén sería un pez exótico, un extraño e impresionante especímen, una ballena blanca de ésas de novela.

Muchos amigos me piden que les diga qué leer (¡como si yo fuera qué!), pero si alguien me preguntara ahora sobre algo bueno, les diría sin duda que busquen cuentos de Orlando Mazeira, cualquiera de sus tres libros son un viaje a una extraña diversión, superada por sus personajes dramáticos y las historias tan interesantes que imagina, -¿o vive?- este enigmático autor.
Cuando uno lo lee por primera vez se queda prendado, admirado y lleno de emoción por seguir leyéndolo. La exquisitez de su obra domina el mundo actual con cadenas de sorprendente injusticia, tristeza, y amor, sobre todo eso, el más extraño, inefable y al fin y al cabo, entendible amor.

Estuvo en Moquegua, el reciente sábado 19 de Octubre, y Los Malos Muchachos tuvimos el honor de presentar su tercer libro , aquí un resúmen de lo que se vivió:

LLEGADA

Mazeyra pisó tierras moqueguanas al promediar las 10:30 pm del viernes 18 de Octubre del 2013, ni bien llega a la ciudad se hospeda en el hotel designado por la asociación. Y luego ingresa al Bandido Pisco Bar donde cena una rica pizza y comparte opiniones con Andy Badoino, nuestro mal muchacho propietario del lugar.

Al día siguiente, muy temprano, es entrevistado en el programa de las 8am en radio Studio 97, por el periodista/amigo/asesor/director del INC/locutor Omar Benites, quien le da la binvenida a la ciudad y conversa amenamente con Mazeyra sobre su vida y su obra.

Orlando siendo entrevistado por Omar Benites, en radio Studio 97.

"Mi familia y otras miserias"

Junto a él, yo, recién levantado. Se nota ¿no? :)
Firmando el pirmer libro vendido del día: el de Omar Benites.

La elocuencia y tenacidad del autor es resaltante durante la entrevista. Pero su sinceridad es triste, emotiva, amarga.


Durante la tarde, antes de almorzar, fuimos a dar un breve paseo por la "paisajista", la misma que durante las noches de fin de semana acoge a los borrachos y parejas en affaire.
Pensando en "La poderosa", del Ché.


LA PRESENTACION DE “MI FAMILIA Y OTRAS MISERIAS”


Giovanni Barletti, escritor moqueguano autor de “El que no corre vuela”, “Dabai Chelo, dabai”, y “La casa amarilla”, realiza la presentación del libro de Mazeyra. Donde realiza comentarios entrelazados que acrecentan en el público presente la curiosidad por el extraño autor. Barletti realiza una descripción fugaz de algunos cuentos importantes en el libro. Y menciona pasajes y anécdotas que vivió con el autor durante tiempos de alcohol, libros y más alcohol.
Algunos invitados: (de izq. a der.)

Vittorio Badoino, Jhener Pomacosi, Mary Causillas, César Caro.
El previo electrónico lo puso Andy Badoino.
Giovanni, aprovechando la comida y bebidas gratis. : )
Docentes de comunicación que se apuntaron felices al evento. ¡Un abrazo a las tres!

Giovanni Barletti y Ariana Fonttis, en momentos de alegría.
Barletti presentando el libro "Mi Familia y otras miserias". Junto a él, el autor, Orlando Mazeyra Guillén.
Una parte importante de la cita: Los infaltables bocaditos y su correspondiente gaseosita. Las gracias a la familia Coca-Cola y su distribuidora en Moquegua.
El poeta Jhener Pomacosi y José Luis Ormeño Sosa, conocido muchacho malo.

"La Prosperidad Reclusa", "Mi Familia y otras miserias", y su autor.

La Banda a dúo "IRIE", alegró el after con la mejor música reggae.

Banda IRIE: Bruno Hurtado y Andy Montenegro, ambos moqueguanos.

Mi progenitora y yo, rodeando a Orlando en un abrazo duradero.

En el terminal. Mazeyra: contento. Yo: feliz. Ambos: despidiéndonos.
¡Vuelve pronto! Moquegua es tu casa.

14 de octubre de 2013

RECUERDOS DE MI ABUELO

por René J. Coayla


Mi abuelo fue un poeta? No
Mi abuelo fue escritor? Tampoco
Fue mediocre? Menos
Fue ladrón? Jamás!

Mi abuelo fue pintor? No sé...
Mi abuelo fue cantante? Tal vez
Fue acaso un ambulante? No creo
Entonces fue doctor? No lo fue.

Mi abuelo fue ingeniero? No
Esa carrera no existía en el campo
Mi abuelo fue entonces albañil? Tal vez,
quien construye su casa con sus manos debe serlo alguna vez.

Mi abuelo fue carpintero? Cerrajero? O soldador?
No, pero sospecho levemente que fue maestro celador.

Yo heredé sus piernas, y el dolor
De tener que vérmelas con ellas
Yo herede sus fauces
Plenas, como cartas de ases.

Caminamos juntos muchas veces
Entre calle firmes y cipreses
Trabajamos juntos y lloré
Cuando al fin mi abuelo se fué.

Aún recuerdo el día que el diablo
De la flojera me hiciera no ir a verlo
Recuerdo su rostro, resurcado,
Diciéndome "hijo, tu no dejas rastro".

-Vendré el domingo, le decía,
Mientras tomaba sus cálidas manos frías.
Le besaba el rostro que aún recuerdo
Como sólo pudo ser el de mi abuelo.

Ahora lloro como un tonto, lloro
Pues su recuerdo vive en mi, vive en mi mente
Y no hay momento que no sepa andar ausente
Cuando en la calle algún recuerdo trae su añoro.

El me decía "hijo, ven a casa"
Mientras yo le daba vueltas a mi taza
Y en sus fuertes y delicadas palabras
Yo escuchaba sólo el sonido de la mesa.

-Quien hay en el mundo que no reza
Cuando ve que algún amor se fue pal cielo
Si no le reza a Dios pues por lo menos
Le reza al alma pura de su abuelo.

El talego que una vez cargamos
La fuerte hacha, el poderoso árbol,
El camino para el aburrido dar al perro
Me recuerdan pasos firmes de mi abuelo.

Él también amó
No fué como yo
O tal vez si
No lo se! No siempre estuve ahí!

Como no poder retroceder
El tiempo y darte vuelta, vida
Hay entre tus manos un te quiero
Que diría, a mi abuelo, si lo viera.

Y sé que tu también, también quisieras
Verlo nuevamente hechar el agua
Verlo trabajar, crecer tus tierras
Y emanar del aire, el sol en tus entrañas.

Hay vida, si algún día, se pudiera
Dar la mía, y traer la vida de mi abuelo,
Tenme listo, yo seré el primero en lista
De espera, para tan grande milagrera.

Hubo en tiempos que aún recuerdo
Una ocasión en que ambos hicimos
Una cesta, una jaula de aves...

Yo me fui...

Y nunca más la terminamos...

Hoy me siento, hay... Mejor no decir como me siento...

Abuelo, sólo tu sabes mejor que nadie...

Septiembre, 2013