8 de marzo de 2013

Crisis

Crisis
por Joel Benites Díaz 

 Transcurren muchas horas esperando una respuesta definitiva. Adolfo da vueltas en círculo, se sienta, mira el reloj impaciente, acalorado por una mañana de sol ardiente. Despierta al día siguiente echado sobre el suelo, arrepentido patea la silla, sin darse cuenta yacían clavos incrustados debajo de su pie. Enseguida derrama lágrimas, cae sangre produciéndole un dolor intenso, ¿qué aflicción más grande es no jurarle amor eterno?

 Angustiado, camina lento, da pasos cortos, cojea, intenta alcanzarla olvidándose del sufrimiento subyugante que lo invade, pronuncia frases ininteligibles. Será ¿te amo? o quizá ¡Pretendo estar contigo! Eso no importa: "jamás nadie comprenderá cuánto te extraño, te deseo, intento correr hacia ti para llenarte a besos y decirte cuánto te quiero". Afirma Adolfo soñoliento bajo la oscuridad de un cielo sempiterno.

 Sueña con ella, observa paisajes idílicos, amartelados, exhala aire puro, moriría por abrazarla y estar a su lado. Coge sus tenues manos, conocen lugares fabulosos sin temor a nada, juntos gritan a los cuatro vientos lo mucho que se aman. Suena el celular, despierta, pone un gesto adusto.

 "Qué noticia tan mala justo cuando lucho incansablemente por ir a los brazos de mi amada", repite constantemente.

 Adolfo tiene sentimientos encontrados, debe tomar una decisión drástica, responder el móvil o sacarla de su mente, pegar el teléfono al oído o suplicar lealtad perenne.

 Altera el curso del destino, traza nuevos objetivos, plantea olvidar lo sucedido, sin embargo presiente algo, su corazón late alífero, tal vez encuentre pistas, rastros, huellas, signos y calmar su tristeza, o rendirse sin obtener réplica.

 "Eres la raíz primera y ultérrima de mi existencia." Adolfo llora arrepentido por anteponer el corazón a la conciencia. "Tu eres la única excepción, sin ti escribir sobre el amor es imposible, mantendré distancia suficiente, no temeré a la muerte, aunque con sólo verte mantengo mi cuerpo inerte, resistir el calor de tus besos nunca fue suficiente, poseerte es y será siempre mi máximo talento".

 Descifrar enigmas, acertijos, adivinanzas, laberintos, nada importa ya, Adolfo imbuido en la contumacia que lo absorbe desde niño realiza denodados esfuerzos para mantenerse incólume, único instrumento eficiente al luchar contra dos poderosos enemigos: La miseria y el desorden. Fuerzas subyugantes pretenden demoler lo ya logrado, pese a ello Adolfo, engreído, presuntuoso, ufano, madura dándose cuenta del desempeño realizado, necesita paz interior, absuelve galimatías inexplicables, ordena antagonismos atravesados en su mente, evade noticias infaustas, yacen dos emociones: la hidalguía que en él ostenta, o la tristeza, dolido por su melancolía convirtiéndose en una diáspora.

 Conjuga verbos convertidos en poemas, frases alegando nostalgias, un corazón inadvertido para la dicotomía, "tu nombre en mí es objeto de apologías, enfrentaré solo la más peligrosa dinastía".

 "Es mejor agradecer lo sucedido, olvidarlo y prepararnos para lo que se avecina, aunque negarte mi peor guisa. Mis atisbos indican autarcía efímera, rehusaría caer en la ignominia, producto del complejo adyacente intuido por una mujer indulgente." Adolfo desearía ser su amante subrepticio, falta mucho aun para que su espíritu quede puro, sin mancha, límpido, subsistiría oculto sin dejar sospechas ni indicios, coge la única mochila que lo acompaña desde niño, canta coplas, coros, himnos, prevalecen inquietudes inmortales, Adolfo actúa con frenesí, ordena ideas que al principio parecen imposibles de argüir.

 "Aprenderé a relacionarme con la soledad, daré bienvenida a la más grande experiencia humana, reconoceré el verdadero significado de la felicidad, dominaré violentamente pensamientos ajenos con gran capacidad. Cada muerte de un hombre disminuye porque está ligado a la humanidad, en mi caso, el motivo será porque hasta ese día nuestros corazones se lograron estratificar, fue el peor pecado cometido en mi vida al no llegarte a encontrar". "Por favor reza por mí, cuando estés en mi sepulcro e inscribas mi epitafio, desde el cielo oraré, te cubriré con mi manto, protegiéndote de la indiferencia de estos seres ignaros. La muerte es un absoluto descanso, pero la defunción en vida es el peor castigo surgido por un aforismo sobrehumano".

 Adolfo sufre síncopes imperecederos, las nubes se juntan produciéndose intensas lluvias, la nieve aparece bruscamente, Adolfo cae sobre pasto mojado, bajo cielo tempestuoso, volviéndose a levantar, transcurre el tiempo, el arcoíris ameniza el clima funesto, sus ojos entreabiertos le impiden concretar lo que comenzó, nunca sintió eso, provocar en él tanta impotencia y obstinación, ella es su perenne bendición porque lo da todo y descubre la verdadera atracción.

 Octubre, 2012