25 de abril de 2010

Poesías

POESIAS
por Omar Joel Benites Díaz.

MIEDO A AMAR
(Poema)
Para que fingir que no siento nada por ti si no es así;
Por qué mi corazón está guardando silencio en lugar de expresar lo que está sintiendo;
Quisiera saber cuánto durará el dolor que ahora llevo muy dentro;
Y hará que este amor desaparezca como un cometa en el cielo.

                                                                                            
CAMINO AL PARAISO
(Carta)



Te agradezco que vengas de tan lejos solo para estar conmigo y permitir quedarnos juntos toda la noche sin que nadie interrumpa cada momento vivido.
Pues una mirada tuya bastara para saber que realmente existo, respirando ese aroma de tu cuerpo que me llena de una alegría inexplicable al rozarlo con el mío, pero sobre todo al darme la oportunidad de confiar tanto en ti, que aun al estar en silencio, con el simple hecho de mirarte a los ojos siento que voy directo al paraíso.

                                                                                         

18 de abril de 2010

La Pluma de Cobre - Bases de participación

Participa en el
Ier Festival Literario
"La Pluma de Cobre"

BASES GENERALES


Participación : Abierta.
Edad límite : De cero a cien años o más.
Idioma : Castellano.
Temario : Libre.
Cada autor podrá presentar una obra por categoría.

CATEGORIAS

-POESÍA: La obra deberá tener un máximo de 60 versos. El tema y la forma serán libres.

-CUENTO: La extensión del relato deberá tener un máximo de dos (02) páginas tipo A-4, escritas con letra Arial nº 12, a espacio y medio.

-DÉCIMAS: De acuerdo a la construcción usual de una décima.

-CARTAS DE AMOR Y DESAMOR: Deberán tener una extensión máxima de dos (02) páginas bajo las mismas características del cuento.

Forma de Presentación: Las obras deberán remitirse en un solo archivo de texto de Microsoft Word al correo electrónico: malosmuchachos@hotmail.com, o pueden entregarse en folio impreso enviado a la Dirección del Instituto Nacional de Cultura (INC) de Moquegua, ubicado en la quinta cuadra de la calle Ayacucho, Plaza Mayor de la ciudad. Es importante usar el programa Word versión 1995 – 2003, y usar letra Arial, a doble espacio y en tamaño n° 12. En ambos casos se debe incluir los datos del autor, y su e-mail.

Fecha límite de presentación: El plazo de admisión de textos finalizará a las 24 horas del domingo 18 de abril del 2010.


Se solicita que se envíen las obras con la mayor anticipación posible, a efectos de dar amplio margen de tiempo para su lectura y registrar el número y los nombres de participantes que serán difundidos en su oportunidad. Se confirmará la recepción de los materiales mediante un acuse de recibo vía e-mail, así como su número de llegada.

Los autores de las obras calificadas para exponerse en el Festival deberán leerlas o autorizar desde ya su lectura la noche del 23 de Abril, como parte de la programación del Primer Festival de Literatura “La Pluma de Cobre”. Los autores que decidan leer sus obras deberán apersonarse ante el comité organizador la noche del evento a las 06:30 pm (hora exacta) a fin de establecer el orden de las presentaciones.

Convocan a este festival: La Comisión organizadora del Primer Festival Literario “La Pluma de Cobre” integrada por: la Municipalidad Provincial Mariscal Nieto, el Instituto Nacional de Cultura de Moquegua y la Asociación Cultural Juvenil “Los Malos Muchachos”.

GRACIAS A:

Instituto Nacional de Cultura Moquegua
Municipalidad Provincial Mcal. Nieto.
Anglo American Quellaveco
CyM Vizcarra
Telmex
Piscos Biondi
Boticas Ximena
Colmena Internet
moqueguavirtual.com

13 de abril de 2010

Ier Festival Literario "La Pluma de Cobre"

La Agrupación Cultural "Los Malos Muchachos" promociona la lectura y la creación literaria en Moquegua, tierra del Sol y la Amistad.

Por eso viene organizando el Ier Festival Literario "La Pluma de Cobre", una noche en la que se leerán POESÍAS, CUENTOS, DÉCIMAS Y CARTAS DE AMOR Y DESAMOR.

También habrá exposición de libros por parte de PromoLibro (Lima-Perú).
Y decoración con esculturas del prof. Manú.

Lugar: Calle Ancash 453 (Casa de Anglo American Quellaveco)
Hora: 7 pm

.....................INGRESO LIBRE......................

Esperamos tu presencia a esta noche de literatura universal y moqueguana.

Si deseas participar leyendo, sólo lleva algún texto que creas merezca ser leído. Si es de tu propia creación, mándalo al correo: losmalosmuchachos@gmail.com, y tu obra podrá salir recopilada en la publicación que saldrá a la venta la noche del evento (sólo las enviadas hasta el 18 de Abril)

MAYOR INFORMACIÓN EN: www.losmalosmuchachos.blogspot.com

Todas las obras tendrán un lugar la noche del evento.

¡Esperamos tu asistencia!

Venganza Cuchuna

VENGANZA CUCHUNA
por Omar Iván Benites Delgado

El cansancio de la caminata agarrotaba mis piernas, pero el ardiente sol calentaba mi pesaroso estado de ánimo brindándome la fuerza necesaria para continuar; bordeaba el río de la aldea, el Moquingoa, la serpiente mágica que nos trae el agua para los campos durante cada verano, siempre con el estío. De pronto a lo lejos, sentí la mirada de aquella Parihuana que vigila mi andar de horas. Llevo el alma cargada de penas por tantos motivos que olvidé contarlos y ocasionaban un profundo dolor en mi corazón; es en ese instante que recordé las palabras del Umu de la aldea cuando nos dijo que le cantaba a las cosas bellas, a las montañas y a la gente, para que las enseñáramos a nuestros hijos y estos a los suyos.

Dijo así aquel Umu Kusa viejo:

“Cuando la penumbra en tu pensamiento se instale
o cuando sientas una honda pena;
al despertar el alba, a la sombra de un pacae
o cuando la luna venga llena,
ve a la montaña, un poco al oriente;
dile al Apu Baúl de tu sufrimiento y de tu inquina,
él le dará luz a tus ojos, abrirá tu mente
y repondrá la paz en tu alma Cuchuna”.

Lo sabía también mi padre allá en el tiempo y no se si lo escuché algún día, pero hoy arrastro muchas dudas y demasiados sufrimientos. Es ahora en este caminar que extraño su voz y siento su ausencia de hombre rudo y de mirada tierna.
En el meqlla tejido que colgaba de mi costado izquierdo, había lo necesario para el pago en la Qhapana sagrada que era de todos.
¡La hoja de coca debe ser fresca y de la mejor, tengan cuidado cuando paguen, el motivo debe ser importante! Decía el sabio sacerdote.

En mi desesperanza intentaba comprender que pasó, como llegó la invasión de ésta gente extranjera con costumbres extrañas, con dioses que no conocimos ni quería yo conocer. Pero eso, a ellos poco o nada les importaba.
¿De donde salieron?
¡Del Cosco! dijo uno de los cuatro caciques de guerra que habían partido del Hatún Colla; de donde brota el oro y se abre un extenso valle. Ahí tenemos un gran palacio militar al que dimos por nombre Sacsayhuaman; del otro lado, en el Coricancha, el palacio en donde rendimos culto al sol, durante años hemos trabajado con ahínco un hermoso jardín de flores en cuyo interior se observan animales de oro y plata de tamaño natural.

Su gran jefe era llamado Mayta Cápac Inca, según lo contaron en cada calle, en cada rincón; mozo atrevido, fuerte y autoritario pero grande y noble de corazón. El nos enviaba un mensaje que a nadie interesaba escuchar. Nos enseñarían secretos no tan secretos para el cultivo de la tierra, como producir más en menos espacio de la pachamama; sus arquitectos y alarifes formarían las nuevas generaciones de constructores de ésta nación en donde el sol se mostraba solidario con cada amanecer, aun de mejor manera que en su Qosqo obligándolos a repetir con sorpresa y con frecuencia que aquí la faena podía medirse en verdad de sol a sol, es decir, nos enseñarían con una tecnología que era incomparable a lo largo y ancho del imperio. A cambio solo pedía obediencia ante sus órdenes y respeto para con sus dioses que serían los nuestros a partir de su llegada.
¡Que osadía!
¡Cuanto atrevimiento!
Como si no tuviéramos ya autoridades a quienes respetar, ni dioses a quienes adorar. Para colmo, ese tal Yawar había puesto los ojos en mi pequeña Nayrawara, la hembra aymara ojos de estrella que ocupa mis ilusiones. Va tras ella con el día y con la noche hablándole al oído, terco, insistente, buscando ser escuchado en sus desatinos de supuestos triunfos y conquistas de otros lares y de otras gentes, y yo no podía hacer nada para evitarlo porque la muerte brillaba en sus pupilas.

La última tarde que la vi quise acercarme para decirle que mi corazón sangra pero no fue posible, detrás, a pocos pasos, pegado a ella iba el maldito Yawar con su arma en la mano. El me miró con furia, ella lo hizo suplicante, tal vez fue mi imaginación febril pero me pareció ver una gota de rocío en sus ojos, como aquella vez primera en que juró ser mía por siempre, cuando me pidió que tuviese cuidado... que fuera despacio.

Temprano, por la mañana, me dirigí al taller de los alfareros y al moldear el leño como me enseñara el padre de mi padre para darle forma al kero que debería estar listo para el día de mi decisión final, me sentí Cuchuna. Llevaba puesta la camisa de lana de alpaca que mi madre me obsequió durante la cacharpaya pasada, el nudo de la faja que llevaba en la cintura apretaba tanto que casi no podía respirar pero no hice nada para evitarlo, deseaba sentir el dolor que me mantenía vivo y quería vivir para mi venganza. Pregunté una vez mas al más antiguo Camayoc sobre la verdad del misterio que ahogaba mi espíritu acostumbrado a las libertades de estas tierras; entonces creo que recién lo supe. Mayta Cápac había reducido el Hatún Pacasa y Caquiavire, como el viento corrió la noticia de lo clemente que era el Inca con los vencidos, dijeron que sin muchas batallas se le sometían grandes provincias, ricas en ganado y de bravos hombres que llamaban Cauquicura, Mallama y Huarina. Sus caciques recibieron orden de atravesar la cordillera nevada hacia el poniente y luego de treinta leguas por tierras despobladas, debían venir aquí, a conquistar el Ayllu, mi Ayllu de nombre Cuchuna.

Por más de cincuenta días cercaron el Apu Baúl en donde hicimos resistencia los hombres, las mujeres y los hijos de los hijos. En las faldas construimos con ahínco percas de piedra una tras otra hasta completar cinco para evitar el sometimiento al intruso. Nos ofrecían paz y amistad que no buscábamos, el hambre que laceraba la boca del estómago lo soportamos con buen ánimo pero los niños y los muchachos que no podían sufrirlo se iban al campo en busca de yerbas y muchos se acercaron incluso al enemigo consintiendo sus padres en ello con tristeza para no verlos morir de hambre.

Los guerreros enemigos los acogían con afabilidad, les dieron de comer y algo para que trajeran a sus padres con un mensaje: el Inca melancólico no conquistaba tierras para tiranizarlas sino para hacer el bien a sus moradores como se lo mandaba su padre el sol. También dieron dádivas y vestidos para los principales lo cual indujo a su rendición a pesar de mi protesta.

¿Cómo es posible que entreguemos el Apu Baúl, Omo, el Yaral, Huaracane, las tierras, sus frutos, las colcas, los reservorios de agua, los extensos cultivos de Ccamata, de Torata, de los Sameguas, y las cuyerías de Estuquiña sin ofrendar la vida? ¿Acaso no era mejor la muerte?

¡Tantos años de trabajo y de conquistas terminaban sólo en cincuenta días!

¡No tienes voz porque no tienes hijos, tú no sufres por los nuestros! ¡Además tu corazón herido habla por ti y eso te descalifica, Nayrawara ha nublado tus sentidos y tu entendimiento pero ese no es problema nuestro, aquí y ahora debemos resolver un problema que es de todos, estamos intentando decidir que hacer con nuestros keros de ofrenda, como dejar nuestras casas, la primera opción presentada es prenderle fuego a todo incluyendo la tuya, sería mejor que ayudes! Me dijeron los mayores a un extremo de las viviendas construidas en la cabecera del Apu. La rendición fue adoptada en contra de mi opinión y a pesar de mis reclamos desesperados pues sabía que junto a esa concesión perdería también a la luz de mi existencia.

Al poco tiempo el tal Yawar y los caciques cusqueños pidieron al Inca les envíe gente para poblar el valle Cuchuna cuyas tierras eran fértiles y capaces de tener más población de la que albergaba. Llegaron por eso grupos de familias con sus mujeres e hijos y todo parecía que iba bien hasta que mi prenda fue prendada por el guerrero que debía morir.

Mordí un trozo de humita dulce que había preparado al rescoldo del fogón la noche anterior. Su sabor a maíz tierno me devolvió la fe y me dio ánimo para seguir subiendo, de regreso al Apu confidente de mi tristeza.
El sorbo de chicha con el fermento de la jora familiar que sólo mi madre sabía preparar de esa manera renovó mis esperanzas y fortaleció paso a paso el último tramo antes de la cima. Me pegué a la montaña y avancé con cuidado, doble en el recodo que ponía a prueba mi decisión, evité mirar el borde del abismo pero sentí el peso de la enorme piedra sobre mi cabeza en esta parte del camino. Tomé el desvío hacia la derecha y me encontré con la boca de la roca madre, abierta para rendirle culto, para el rito que le debíamos todos y cada uno de los habitantes de estos pagos, abajo vi las pequeñas aldeas de Tumilaca, Yacango y de los Capangos aquí supe que no podía ya retroceder, era indispensable terminar con este sufrimiento, era vital terminar lo que había empezado.

Saqué la tabla de rapé, el inhalador de hueso construido con mis propias manos y tallado con pequeños círculos y figuras geométricas como me enseñaron mis abuelos tiahuanaku; mientras masticaba las hojas de coca hasta obtener la bola de pasta justa para quitarme el cansancio, coloqué a un costado mis hojotas hechas con cuero de lobo marino, el kero de chicha, el cuenco que cambié en trueque con aquel comerciante Chiribaya que venía del lado del mar; el meqlla con las hojas de coca escogidas especialmente para el rito, y por último el muñeco de trapo que tenia nombre propio y que trabajé a escondidas durante dos noches; junto a él, siete espinas de cactus... siete yaros.

La iru seca prendió casi al instante al frotar el pedernal, bebí un cuenco rayado de chicha, arrojé un puñado de hojas de coca para que el viento sagrado del Apu me dijera qué y cómo hacer para liberar el corazón de mi amada, prisionero por aquel guerrero intruso que apareció de la nada. Recogí las tres mejores hojas que aparecían montadas una sobre otra, aquellas que quedaron las tiré al fuego para avivar la llama que me permitiría leer el mejor mensaje que vine a buscar.
Con las dos manos juntas levanté al cielo siempre azul la ofrenda, tres hojas de coca, unidas en la parte inferior y abiertas en sus extremos, temblaba por la emoción y por el rencor que comía de mi pecho, respiraba con dificultad pero pedí lo que vine a pedir y grité... grité al Apu brujo el motivo de mi desesperanza :
¡¡Devuélveme la vida,
aleja y castiga al Intruso que jugó con mi iluso amor;
permite que Nayrawara acompañe mi conversa nocturna,
deja que fertilice su vientre con el gen Cuchuna
de mis recuerdos ancestrales;
permite que a la luz del alba una vez más sea mía,
regálame como ayer su perfume a diamela en botón
y hazme feliz en el fondo de sus ojos;
te lo pido en el nombre de mi apuski kusa,
ayúdame a terminar con él
y enriquece mis sentidos!!

En seguida, despacio, con esa calma que nos brinda la furia contenida sustentada en la esperanza, hundí los siete yaros en el muñeco de trapo que tenía el mismo nombre del guerrero intruso.

En los ojos para que no vea más la mirada dulce de mi amada,
en los brazos para que no la aprisione nuevamente cuando estén a solas,
en la boca para que no sienta el sabor de sus besos,
en la cabeza para que no la piense más después de muerto.
Y por último el corazón, ese corazón maldito que tal vez latió fuerte disfrutando junto al suyo... dejé sus extremidades inferiores libres, no las toque para que tenga con que arrastrar su humanidad Inca en la oscuridad de la muerte. Unicamente para que sufra como sufro yo.

Cuanto tiempo pasó no lo se. El inhalador de hueso tembló en mis manos, otro cuenco rayado de chicha refrescó mi garganta seca por el esfuerzo; el fuego se había consumido y cuando recobre el sentido me encontré sólo, muy sólo en la boca abierta de la montaña mágica que había dado respuesta a mis inquietudes. Entonces, en vez de la onda pena que acompañaba mi súplica, se instaló en mi alma la más fría decisión para darle fin a este dolor profundo.
¡Por fin supe lo que tenía que hacer! ¡El Apu me había respondido!

Bajé, acompañado por una renovada obsesión; camino a casa tomé el desvío al pago de Chen Chen, me ubiqué en la ladera del pequeño cerro que mira hacia donde sale el sol y trabajé con ahínco la figura de las llamas que cazamos en el chaku de la reciente faena. Con calma, sin apuro diseñé cada forma, limpié el interior de las figuras con mis propias manos sin sentir siquiera las heridas que fueron abiertas por el filo de las pequeñas piedras erizadas por el intenso calor del día y el contraste de las frías noches. La sal de mi sudor y de mis lágrimas que brotaban solas en homenaje a Nayrawara fijaron cada pisqa del suelo trabajado. Tres lunas habían florecido cuando miré mi obra concluida. El reflejo dorado de este nuevo atardecer reveló mi primera sonrisa después de tantos soles que no termino de contar.

Mi promesa al Apu Baúl había sido cumplida, entonces bajé al llano, tomé un puñado de aquella hierba oscura que en el desvarío de mis confesiones vi con nitidez, llené lo más que pude el meqlla que colgaba de mi costado y apuré el paso. Una vez instalado trituré las hojas y el tallo en el mortero de piedra hasta obtener el denso jugo que necesitaba para mi propósito, retirando la pasta vegetal poco a poco, agregué licor de moras para aromatizar el sabor; cada cierto tiempo depositaba el líquido en aquel kero de madera coronado por el personaje con incrustaciones de turquesa y su gorro de cuatro puntas que guardaba con celo en espera de esta ocasión, el mismo que había trabajado en el taller de los alfareros.

Siempre supe que serviría para una ceremonia especial y había llegado el momento. Esa misma noche busque a Nayrawara; ella recelosa respondió a mi insistente llamado sin abrir del todo la puerta; la mire con profunda nostalgia, nostalgia de sus tiernos besos, de sus ojos dulces como la miel, de su cuerpo desnudo, terso y tibio junto al mío. La miré, con vergüenza rehuyó mi mirada sin pensar en el dolor que me causaba, con pesar me sobrepuse, tomé valor, respire profundo y le pedí que hiciera llegar mi mensaje al tal Yawar:

¡Quiero paz con él y lo convido a beber el licor de moras que preparo yo mismo y que tú conoces, llevaré mi tabla de rapé, los instaladores y dos meqllas del polvo mágico. Al ocultarse el sol estaré en Estuquiña, comeremos cuy frito, Dile que lo espero!

Llegó puntual, en un principio se mostró desconfiado pero a la vez desafiante; mordí mi rencor y lo saludé con la paz en la rodilla derecha, ritual de grande valor para los Incas y según dijeron de suma estimación para los vasallos, porque no era lícito tocarlos a menos que fuesen de sangre real.

La tabla de rapé circuló tantas veces como pudimos hasta terminar el polvo mágico. Habló de su río sagrado al que llamaban Hatun Mayu, de un lugar hermoso y rico en productos agrícolas de nombre Pisac comparable según dijo con nuestro Q’amata por la cantidad de sus andenes de cultivo; habló de Sayri Tupaq, un Palacio construido en ofrenda al hijo de Wayna Qhapaq Inca; de un joven cerro y de un cerro viejo, Huayna Picchu y Machu Picchu, sin comparación a lo largo y ancho del imperio según dijo. Escuché con calma controlada, con un calor intenso en el corazón, con el silencio que presagia la muerte…

¡Añay, sabroso cuy! Lo escuché como en la distancia.

Me levanté aturdido por tantos sentimientos encontrados, había llegado el momento y traje los dos qeros de leño con el brindis de la paz y de la amistad que había preparado cuidadosamente; uno coronado con un lagarto de incrustaciones turquesa cuya cabeza sobresalía al borde para mi, el otro con el cacique que lleva el gorro de cuatro puntas y el brebaje de mis sueños para él.

¡Salud!

Bebimos al mismo tiempo hasta terminar el líquido que me devolvería la esperanza.
Debo regresar, el camino es largo, me dijo. ¡Paqarin kama!
Lo vi perderse con la noche. No le respondí, no podía, tenia un nudo en la garganta.

No pegué los ojos durante toda la noche para no perder de vista el brillo de tantas waras en el firmamento como esperanzas alumbraban mi alma vacía de amor, por un instante, allá arriba vi su rostro bruno, tierno, sonriente; escuché su voz pronunciando mi nombre cual si fuese ayer cuando era mía, y en su piel húmeda aprendía a ver un mundo distinto, tanto, que no me importaba invocar una alianza con la muerte.

Temprano por la mañana lo encontraron muerto, pero juro por todos los dioses que no puedo entender ni comprenderé nunca cómo es que ella había llegado a su lado, mi prenda querida, la mirada perdida en el cielo azul.

¡No pudo vivir sin él! dijeron muchos y ninguno.
¡Tomó del mismo veneno blando que al parecer acabó con el guerrero Inca y partieron juntos!
Lloré con el sol y lloré con la luna, sufrí como no sufrió nadie jamás en el mau’ka pacha, en la tierra de mis padres Tihuanaku, ni mis parientes Wari que vinieron del otro lado de las montañas.
Ni los Gentllar, ni los Chiribaya junto al mar.

El Inca Mayta Qhapac mandó quemar mi casa y la de ella sembrando cascajo de piedra para que quedaran desiertas por siempre, mandó arrancar los árboles que habíamos plantado alguna vez juntos, cuando todo era felicidad. Quemaron sus cuerpos para borrar de la memoria Cuchuna sus nombres que jamás olvidaré.

Y para mal de mis males, a pesar de que tomé el veneno blando una y otra vez yo estoy aún aquí, feísimo albarazado, ahoverado de prieto y blanco, con la oscuridad eterna en mis ojos, inhabilitado en mis sentidos y de mis brazos, atontado de mi juicio, con un sólo recuerdo que come de mi alma, arrastrando mi miseria por las callejas de los Sameguas, de los Capangos y de los Yacangos.

Mientras un grupo de niños alborotados y a gritos me alejan de sus casas de mojinetes lanzándome piedras, al borde del Moquingoa, yo intento con desesperación una y otra vez arrastrarme a la cima del Apu Baúl para pedirle que de fin a esta infinita locura.

La Descentralización en el Perú

La Descentralización en el Perú
por Jean Peter Bachoir Ormea

Constitucionalmente el gobierno del Perú es unitario, representativo y descentralizado, el capítulo XIV de dicho cuerpo legislativo está dedicado exclusivamente a la descentralización, adicionalmente existen la Ley de Bases de la Descentralización, la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales, la Ley Orgánica de Municipalidades entre otras normas accesorias que en conjunto confeccionan, por lo menos textualmente, un país de “desarrollo integral” y consiguientemente con “recursos equitativamente distribuidos” (nada más alejado de la realidad), sin embargo, aunque en la praxis los resultados no son precisamente reales, hay algunos avances que no se pueden desmerecer, más aun si hacemos un paralelo con el escenario de hace algunos años.

Indiscutiblemente la descentralización no sólo es necesaria, es imprescindible, resulta que sólo algunos han reparado en que el Perú es un país pluricultural, heterogéneo desde su geografía hasta su población, con sociedades tan dispares como las tribales selváticas y las burguesas capitalinas, las indígenas andinas y las criollas costeñas, sin mayores reflexiones es un país de profundos – y hasta dolorosos – contrastes. Dicho esto ¿resulta razonable someter una nación como esta a un sistema hegemónico, singular y homogéneo?
Descentralización como tal, en este momento no existe, a no ser que haya quién diga que con aproximadamente la tercera parte de población del Perú en su capital, Lima, no hay centralismo —y aludimos la cantidad de población porque es el criterio base para la distribución de recursos— pues la ciudad demográficamente más grande es siempre la que tiene la preferencia en cualquier caso, tanto es así que por ejemplo existen productos y servicios privados que se ofertan únicamente en Lima pues su mercado es inmenso, por lo menos en proporción al resto del país, de modo que no se hace necesario tomarse la molestia de “anexar” el resto del país. Lo más neurálgico es que el propio estado actúa del mismo modo, por ejemplo, con una inversión en la Capital de la República insondablemente distinta a la del resto de regiones del país.

“La descentralización es una forma de organización democrática y constituye una política permanente de Estado, de carácter obligatorio, que tiene como objetivo fundamental el desarrollo integral del país". El proceso de descentralización se realiza por etapas, en forma progresiva y ordenada conforme a criterios que permitan una adecuada asignación de competencias y transferencia de recursos del gobierno nacional hacia los gobiernos regionales y locales.

Los Poderes del Estado y los Organismos Autónomos así como el Presupuesto de la República se descentralizan de acuerdo a ley.” reza el Art. 188° de la Constitución Política del Perú…

“Diosito hoy cuida a mi mamita que fue a los basurales a conseguir comida para mí y mis hermanitos, porque tú sabes que aquí a falta de trabajo, dinero y comida, hay frio hambre y muerte” reza un pequeñuelo en un pueblo ayacuchano…

Un gobierno regional, está constituido por su administración propiamente dicha y a la par tiene a su cargo Direcciones Regionales que cumplen una función medianamente autónoma, así por ejemplo una Dirección Regional de Salud tiene facultad y competencia para dictar normas de salud de cualidad regional y por lo tanto para regular algunos aspectos relativos a su imperio (metafóricamente hablando), sin embargo en términos presupuestales depende absolutamente del Ministerio de Salud, hasta el punto que la administración de los recursos de la dirección está ya predeterminada, así mismo las Direcciones Regionales a pesar de depender orgánicamente del Gobierno Regional están subordinadas políticamente – y por consiguiente funcionalmente – a la administración estatal de acuerdo a las políticas de gobierno.

Es verdad que se ha avanzado, se ha hecho, pero es más cierto que no ha sido lo suficiente, es verdad que la descentralización tiene que ser progresiva, gradual, pero es también cierto que se requiere de alguna celeridad para un país que desfallece. Es verdad que las autoridades no han sido fácticamente efectivas, pero es un axioma que el Perú está constituido por todos los peruanos y que nosotros más que haber contribuido en algo hemos sido unos excelentes críticos a la vez que inertes actores en el proceso a propósito del cual surgen estas líneas. La descentralización es un concepto fundamentalmente solidario y eminentemente corporativo.

Los deseos, las aspiraciones, las metas y los objetivos se hacen realidad sólo si se actúa, Gandhi no emancipó a la india con sueños sino con férreas decisiones y efectivas acciones, Jesucristo con su ejemplo revolucionó el pensamiento universal, se convirtió en punto de referencia de la historia humana con su paso por el mundo.

Que la oración de aquel niño pobre sea en algunos años el recuerdo de aquello que nos impulsó a comprometernos con el Perú.